Escribo desde la fealdad, y para las feas, las viejas, las camioneras,
las frígidas, las mal folladas, las infollables, las histéricas, las taradas,
todas las excluidas del gran mercado de la buena chica. Y empiezo por aquí para
que las cosas queden claras: no me disculpo de nada, ni vengo a quejarme. No
cambiaría mi lugar por ningún otro, porque ser Virginie Despentes me parece un
asunto más interesante que ningún otro. Me parece formidable que haya también
mujeres a las que les guste seducir, que sepan seducir, y otras que sepan
casarse, que haya mujeres que huelan a sexo y otras a la merienda de los niños
que salen del colegio. Formidable que las haya muy dulces, otras contentas en
su feminidad, que las haya jóvenes, muy guapas, otras coquetas y radiantes. Simplemente,
yo no formo parte de ellas. Yo hablo como proletaria de la feminidad: desde
aquí hablé hasta ahora y desde aquí vuelvo a empezar hoy.
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